Good morning, Vietnam!
Vietnam tiene nombre de mujer. El país se despierta temprano y de la mano de sus mujeres, siempre presentes en cada uno de los rincones de sus ciudades y pueblos.
Me gusta madrugar y observar cómo se despierta Vietnam. Las mujeres de los pescadores cortan el pescado, limpian las anchoas y los calamares y los ponen a secar al sol en las islas Cham, mientras que las vendedoras de verduras pedalean en sus bicicletas para establecerse, como todos los días, en el rincón de Hanoi desde el que esperan agotar el producto fresco.
En los mercados, las cocineras encienden las brasas y calientan el aceite para freír buñuelos rellenos de cosas que soy incapaz de reconocer o definir - nos comimos unos que parecían mochis rebozados con cosas dentro-, envuelven los pastelitos de sticky rice o preparan los caldos para las sopas de fideos que los vietnamitas más madrugadores deboran y disfrutan con ese sorber tan típico que tienen por estos lares.
Por no hablar de la agilidad con la que se mueven las manos de las vendedoras de Banh Min en cualquier esquina de cualquier ciudad o pueblo de Vietnam. Las motos se arremolinan alrededor de esas paradas para llevarse otro de los habituales desayunos del país.
Y todo eso, con la banda sonora de alguna que otra bocina, motos de arriba a abajo y un país que al despertarse tiene nombre de mujer. Son ellas también las que en las zonas más de remotas y de montaña casi siempre cargan - y se doblan- con enormes cestas que llenan de ramas o hierbas que recolectan para vender o cocinar. Las más jóvenes, además, suelen cargar con bebés.
Las mujeres también son, en su mayoría, las que hasta tarde te ofrecen masajes en los lugares más turísticos y las que hablan un mejor inglés en las recepciones de los hoteles. Las más espabiladas, vamos. Eso me gusta, aunque me disgusta observar que es a los hombres a los que más veo reunidos en grupos.
Solo en las islas Cham vi a varios grupos de mujeres reunidas en uno de mis paseos matinales. Me invitaron a unirme. No lo hice y me arrepiento. Las nuevas tecnologías, o tal ya deberíamos llamarlas simplemente tecnologías - ¿cuándo algo deja de ser nuevo?- permiten una comunicación imposible hace tan solo unos años, por ejemplo, en 2011 cuando visité Vietnam por primera vez.
Julián ha mantenido divertidas conversaciones con algunos vietnamitas a través de los traductores escritura y voz. Media isla de Cham sabe que nosotros también vivimos en una isla y que tenemos un huerto como muchos de sus habitantes. Tal vez, de sentarme con ellas habría podido entender mejor el funcionamiento de una sociedad que tengo la sensación que se mantiene gracias al trabajo de sus mujeres, aunque eso tampoco es una gran novedad en nuestro mundo capitalista.
L.-
Y siguiendo con esta carta sobre las mujeres - yo solo quería hablar del ‘Good Morning, Vietnam! -, varias curiosidades. La primera, los cascos de moto especial coleta. Muchas vietnamitas se ‘protegen’ en la moto con cascos que tienen una obertura por detrás, justo a la altura de una coleta bien alta. No sé si irán muy protegidas, pero el pelo les luce divino.
Y como buenas asiáticas, les encanta posar para las fotografías. Tengo que decir que, además, tienen un gusto estético bastante elegante y moderno. Me gusta cómo visten en las ciudades.
Hace unos días leí que el gobierno está relativamente comprometido con la igualdad entre sexos y en Hanoi existe un museo dedicado al papel de la mujer tanto en la vida más cotidiana como en la revolución socialista y la guerra con Estados Unidos. En él se reconocer a grandes pensadoras, activistas y guerrilleras, entre otras muchas protagonistas del siglo XX. La entrada cuesta un euro y medio.
Y con este último apunte, me despido de vosotras y vosotros. Aquí son las 8.30 h de la mañana y voy a terminar de saborear el mejor café de todos los que he probado en Vietnam y que, como no podía ser de otra manera, es el de la cafetería monísima que descubrimos hace unos días en Hoi An. Lo acompaño con un croissant con jamón y queso para salir de la rutina de desayunos vietnamitas. Julián sigue durmiendo y tengo la cafetería para mi sola.
Hoy toca recoger la ropa a medida tras las últimas pruebas de ayer y comer en el mercado de Hoi An para probar una nueva variedad de noodles, típica de esta zona. Por la noche volamos para Ho Chi Min. Última parada antes de regresar a casa. Tengo curiosidad por ver cómo amanece esa ciudad de caos indescriptible.