Las vigilantes
De duelos inacabados, incondicionalidad y vidas que siempre salen adelante.
Este abril no está siendo un mes especialmente lector. A veces, incluso lo que más nos gusta se nos hace bola y eso es lo que me ha sucedido con la lectura en las últimas semanas. Las vigilantes ha sido el único libro que he podido terminar en las últimas semanas, aunque me atrevería a decir que vale por varios por lo intenso de su temática: el duelo.
El de una hermana que intenta redibujar a través de la escritura los recuerdos de su hermana pequeña, fallecida por una enfermedad neurológica a los cinco años, y la relación que nunca pudo ser con su madre desde el trágico suceso. La matriarca siempre estuvo, pero no de la manera que a la protagonista le hubiese gustado.
Ahora, de regreso a México e instalada en el terrado de la casa de su madre, Julia traza un mapa de duelo, vida y soledades del que nos hace partícipes a través de un cuaderno verde en el que anota también el particular vínculo que establece con Silvia, una joven embarazada que llega al albergue para mujeres en el que colabora su madre y a la que se ha comprometido a enseñar a escribir para que pueda dirigirle una carta al bebé que dará en adopción.
De este triángulo femenino de vacíos e incondicionalidades se teje un relato conmovedor en el que las complicidades y los pequeños gestos anclan a sus protagonistas. No es un libro de lectura fácil o ágil, requiere pausa y tiempo. Una receta aplicable a los duelos y vacíos que todas y todos surfeamos en nuestras vidas y que la mexicana Elvira Liceaga sabe traducir en un relato que dispara las ganas de abrazar y acompañar.
Las vigilantes no es un libro triste. Tampoco tortuoso, simplemente es un libro de vida compuesto por “los materiales frágiles” de los que estamos hechas las personas. En tiempos de soltar y aligerar - empobrecer también las experiencias y cicatrices-, Julia se rebela en un momento dado esgrimiendo algo que comparto con ella:
“No son posibles los nuevos comienzos. Quiero las sombras del pasado”.
Por último, comparto un párrafo que no pude evitar subrayar porque en los últimos tiempos - por no decir años- también siento que me diluyo en mi propia narrativa. ¿Quién no lo hace al afrontar estabas de fragilidad y preguntas sin respuestas?
“Mi sistema de explicaciones se tambalea y pierdo algunos eslabones fundamentales. No tengo más remedio que desconfiar incluso de la verdad de la imaginación y del mecanismo narrativo en sí mismo”
Elvira Liceaga es una escritora y locutora mexicana, comprometida con dar voz a la violencia que sufren las mujeres en su país. También es conocida de una buena amiga mexicana, aunque gallega de adopción. No sé si eso ha hecho que su escritura me resulte cercana y casi propia. También compartimos años de nacimiento.
Las vigilantes es, sin duda, uno de los mejores libros leído este año. Rescato una última pregunta antes de terminar este texto.
Me pregunté cuándo empezamos a ser personas sin remedio.
Si alguien tiene la respuesta, soy toda oídos. También se aceptan recomendaciones literarias.
Si te ha gustado o gusta lo que lees en esta sección literaria o en la Vida Islada, puedes suscribirte y también darle al corazoncito. Así, además de saberlo, me ayudas a llegar a más gente y a promover mi escritura.
¡Gracias!
L.-