Nunca imaginé que en la pequeña isla de Styrsö, en el archipiélago sur de Goteborg y a más de 2.000 kilómetros de casa, encontraría un rincón de Mediterráneo y de Menorca. Por un momento, la vida islada se trasladó a un pequeño embarcadero del mar del Norte. Sillas menorquinas -con su distintivo oficial-, loneta roja de Estrella Damm y niños celebrando el verano con remojones y trampolines improvisados tras una ligera lluvia.
No sé a qué temperatura debía estar ese agua, pero no lo suficientemente fría para los locales que habitan ese rincón alejado de casi todo. No dudamos en sentarnos en una de las pocas mesas libres que quedaban en el interior del Tångbaren, un restaurante-colmado-tienda formado por tres pequeñas cabañas de madera sobre el mar. No sé si fue la sensación de encontrarnos como en casa o los productos catalanes y españoles que se encontraban en la tienda, pero allí disfrutamos de la mejor comida en Goteborg.
Unas deliciosas y jugosas gambas saladas, una brandada de bacalao casera - algo menos fuerte o sabrosa que la industrial, pero realmente buena-, una caballa en escabeche casero y la joya de la corona: un delicioso arenque marinado en una dorada salsa de mantequilla y hierbas. Podría haber repetido todos y cada uno de los platos. Escandinavia en estado puro: bacalao, arenque y caballa. Triplete ganador.
Si algún día vuelvo a Goteborg, sin duda, buscaré de nuevo una mesa en el embarcadero de Styrsö. Una isla a tan solo 15 minutos del puerto urbano, pero tan aislado que mientras explorábamos su naturaleza no dejaba de pensar en que sería un lugar infalible para un retiro de escritura o de creación musical. Una casa, una chimenea, arenque y caballa, lectura y escritura. Pocas distracciones más allá de la climatología, perfecta para observarla detrás de un amplio ventanal con una taza de café de especialidad en la mano.
También con un bollo de canela y cardamomo. Un permanente fika - pausa para el café y pastel- para inspirarse en el silencio y la contemplación vital. Creo que en un par de semanas podría tener bien encarado un libro. La vida allí no podría ser más islada. Demasiado, incluso, y a un precio desorbitado. Así que, por ahora, trataré de encararlo en Menorca con Styrsö o cualquier otra pequeña isla mediterránea en la recámara.